No te duermas….
Micro relato basado en hechos reales.
Los gritos de pánico me sacaron por completo de cualquier concentración; corrí como si se me fuera la vida en ese sonido tan sonoro que traspasaba puertas y mis propios pensamientos como miles de cristales que se rompían; cuando llegué a su cuarto estaba en los brazos de su papá tratando de quitarse algo o alguien de encima, una mano extraña sobre su hombro.
Su papá con ojos de desencanto trataba de calmarla mientras me veía con ese desconcierto típico de sus ataques, que se iban incrementando noche tras noche.
Finalmente, con algunos sollozos repentinos volvía a ser ella, mientras la acomodaba en mi cama le iba preguntando poco a poco lo que había pasado, le repetía que no tuviera miedo, que solo había sido un mal sueño.
-Mamá, no es un sueño, son los puntitos negros…
-¿Qué puntitos negros?
-Esos, detrás de la puerta, ahí están…
(mientras señalaba con un dedito y volvía a agitarse).
-No hay nada, solo son las sombras…
-No, ellos están esperando para entrar a mi cuerpo, ¿Qué hay dentro de mi?
– ¿Sangre?
-No, no eso, hay otras cosas…
-Órganos, hija; está el corazón, los pulmo…
-Sí, eso, quieren entrar a mi cuerpo y luego…
Prendí la luz, mientras un nerviosismo me recorría de súbito.
Las pesadillas encarnando los puntos negros (como ella les llamaba) cobraban fuerza en la casa y se prendían las luces apenas empezaba a oscurecer, sus ojitos cansado buscaban cobijo en la luz de su habitación, ya no era la misma, ya no hablaba como antes, parecía como si hubiera crecido en medio de la noche, calcinando toda luz en su mirada.
Los gritos de nuevo me despertaron, traté de prender la lámpara de la cabecera, pero fue inútil, tenté con mis manos atrapar el teléfono para poder alumbrar algo, pero ya no estaba; era todo tan extraño y a la vez no tanto. Así que a tropezones salí del cuarto para llegar hasta ella.
No había nada, solo se seguían escuchando sus gritos llamándome junto con el latido de mi corazón que cada vez se oían más fuerte y casi ahogaba el llamado de ella.
-No te encuentro, ¿Dónde estás?
-Mamáaaaaa ¿Dónde estás?
-¡Estoy en tu cuarto! ¡Ven estoy en tu cuarto!
-Mamáaaaaa, Mamáaaaaa
Y en medio de una absoluta oscuridad ahí estaba, buscándome. Un aura en torno a ella la hacía ver tan tenue, como un fantasma con una lamparita que había adoptado hacía varios meses.
Cuando me acerqué e intenté tocarla vi que mi mano había desaparecido, solo la delineaba débilmente unos puntos negros, que se difuminaban al contacto del halo de luz, mientras ella seguía gritando mi nombre e intentaba arrancar mi mano ya invisible de su hombro.